Reseña
El triunfo
Casavella, Francisco
Palito, bufón o «niño de los azotes» de una corte monipódica, coeur simple lleno de miedo, vino y rumba, nos relata sin él saberlo, o sabiéndolo demasiado bien, la descomposición del poder en un barrio marginal y la ejecución de una venganza. Con sus inseparables y casi fantásticos amigos el Tostao y el Topo, callejeará por ese territorio donde antaño señoreó el Gandhi, cutre y decadente capo local, y será testigo del enfrentamiento de éste con el Nen, un Hamlet del arroyo que sólo desea ajustar cuentas con aquellos que antaño condenaron a su padre, el Guacho.
El marco casi fantasmal que oculta esa tensa tragedia es un barrio donde, en sucesión vertiginosa, ocurren historias divertidas pero escalofriantes, interminables fiestas al compás de las guitarras y los tiroteos y súbitas cuchilladas en el primer callejón.
Un barrio y unos personajes que sólo es aconsejable frecuentar en las páginas de esta deslumbrante novela, con la que Francisco Casavella ponía los fundamentos de un fenomenal y personalísimo edificio narrativo que se iba a levantar sobre una tradición asumida y reformulada, hecha de referentes propios y ajenos; sobre una prosa capaz de engarzar lirismo y coloquialidad con una destreza pasmosa; sobre una habilidad narrativa inapelable, atenta siempre a las calles menos transitadas de la ciudad, a sus rincones oscuros y actores inadvertidos. Una novela con ritmo de canción y latido urbano; un triunfo que sigue manteniéndose intacto.
«La novela conserva toda su fuerza... Un autor que se mueve en los arrabales como pez en el agua sucia» (Tino Pertierra, La Nueva España). «Junto a esos ecos de tragedia clásica (Hamlet), hay otras influencias reconocibles en la novela: desde la literatura picaresca hasta la obra de Salinger o Scott Fitzgerald, sin olvidar una película tan importante como Malas calles de Scorsese» (Jordi Costa, ABC).
«Ha sorprendido y entusiasmado a muchos lectores sin nombre que descubren desde dentro el fin de un barrio de leyenda: “el Chino” barcelonés» (José Ribas, Ajoblanco).
«Los elementos costumbristas y policíacos se aglutinan en estructuras bastante complejas. Siempre con el contrapunto como motivo constructor, Casavella ha logrado dotar de un tono peculiar, amargo, distanciador y shakespeariano el tema de la decadencia. Una inteligente versión posmoderna de Hamlet en una línea afín al Rosencranz and Guildenstern de Stoppard» (Eloy Fernández Porta, Quimera).
«Narrada con un tono monologante que revela, sin embargo, un especial oído para las conversaciones, hábilmente estructurada, inaugura una línea de realismo sórdido o realismo pobre y de apatía moral. La violencia, los deseos frustrados, la marginación, están expresados con un sugerente laconismo expresivo y dentro de un poderoso marco ambiental» (Juan Antonio Masoliver Ródenas, La Vanguardia).